21 nov 2011

Diseño para el cambio: hacia el impacto social.

La idea de este artículo surge a partir del libro Design Revolution de Emily Piloton, fundadora de Project H Design. Comienza de la siguiente manera:

“I believe that there's always a better way. I believe that design is a human instict, that people are inherently optimistic, that every man is a designer, and that every problem can either be defined as a design problem or solved with a design solution.”




En las páginas siguientes habla de la creencia de que como diseñadores podemos hacer algo más que crear más y más trastos. Y de que en realidad cualquiera puede ser diseñador. Sólo con esto, los más escépticos probablemente no tendrán ningún interés en seguir leyendo, dando por hecho que lo que mueve este proyecto es un sentimiento caritativo, casi como una ONG. Es una postura fácil, pero no más que la de aquel que apoya este tipo de causas incondicionalmente sin ningún tipo de pensamiento crítico, pensando que con colaborar de la manera que sea ya es “mejor persona”.

Si avanzamos unas páginas, podemos leer:

“We must elevate “design for the greater good” beyond charity and toward a socially sustainable and economically viable model taught in design schools and executed in design firms.”

Creo que esta frase define de manera bastante acertada lo que el libro denomina una Design Revolution. No se trata de inventar cachivaches al más puro estilo occidental y donarlos a un país en vías de desarrollo y con ello sentirnos realizados por un tiempo, sino ir más allá de la caridad (Extracto del significado de esta palabra según la RAE: 3. f. Limosna que se da, o auxilio que se presta a los necesitados. 4. f. Actitud solidaria con el sufrimiento ajeno) y diseñar para estas sociedades. “We must design with communities, rather than for clients, and rethink what we're designing in the first place.


Hablando de caridad y, en la misma línea, de altruismo, merece la pena ver este vídeo del filósofo Slavoj Žižek titulado Primero tragedia, luego farsa. Para no entretenerme demasiado en este tema, sólo citaré algunos comentarios representativos:

“Sus remedios no curan el problema, la prolongan”
“No estoy en contra de la caridad, ¡por Dios! En un sentido abstracto por supuesto, ¡es mejor que nada! Sólo que seamos conscientes de que hay un elemento de hipocresía ahí […] ¡Por supuesto que debemos ayudar a los niños! Es horrible ver a un niño a quien le fue arruinada su vida debido a una operación que cuesta 20$. Pero en el largo plazo, como hubiera dicho Oscar Wilde: “Si operamos a un niño entonces vivirá un poquito mejor pero en la misma situación que los produjo”







Como dice Zizek, ¡por supuesto que no estoy en contra de la caridad! Toda ayuda que se pueda prestar, bienvenida sea. Como dice el dicho: Menos da una piedra. Pero debemos ir más allá cuando se trata de proyectos para el desarrollo.



Me viene a la cabeza la conferencia de Ramon Llonch Vilalta, de Atlantique, en el Pecha Kucha del Global Eco-Forum hace un mes. Bajo el formato 20x20 (mostrar 20 imágenes durante 20 segundos cada una) característico de Pecha Kucha habló de esta iniciativa que consiste en utilizar madera de embarcaciones de Uganda para hacer muebles. Se aseguró de dejar claro que el proyecto no busca parecerse a una ONG, sino que se trata de un negocio como cualquier otro, pero con la peculiaridad de que aprovecha un recurso característico de este país, y además realiza en él todas las tareas de producción como lo haría cualquier otra empresa local. Esta empresa propone un modelo de negocio en la que el motor no es el “ayudar a una comunidad pobre”, sino que se se trata de una simbiosis. Ambos salen beneficiados.



Otro proyecto del que se puede hablar en este marco es el de Lifestraw. A primera vista, este filtro personal que filtra un 99% de las bacterias en el agua, es una solución genial a la falta de agua potable. Ahora bien, cuando lo miramos friamente, estas poblaciones dependerán entonces de una generosa donación por parte del organismo occidental de turno. ¿Qué pasará cuando las Lifestraw ya no sirvan o se rompan? Las personas que habían sido agraciadas con tal obsequio volverán exactamente a la misma situación en la que estaban. Me remito al párrafo donde hablo de Zizek: no se ha solucionado el problema, se ha alargado. Y probablemente veamos Lifestraw cumpliendo funciones como la de arreglar la pata de una mesa, como dice Krista Donaldson en su artículo “Why to be wary of “Design for the developing countries”.


Este artículo, muy recomendable, de Krista Donaldson también hace una crítica al Lifestraw. O más bien a esta imagen con la que se da a conocer:




De hecho fue al pararme a mirar esta imagen por primera vez cuando he empezado a ser más crítica con el diseño para el desarrollo. Me parece una fotografía, cuanto menos, denigrante y que  sirve perfectamente para resumir el patrón actual del que habla el artículo: diseñador occidental detecta un problema en un (como nos gusta llamarlo) país subdesarrollado, movido por sus buenas intenciones diseña desde su casa una solución aparentemente acertada, recibe una subvención y remedia en mayor o menor medida el problema. Pero lo que muchas veces nunca llegamos a saber es, ¿qué impacto ha tenido realmente el proyecto, y cuál ha sido su duración? “A longer term perspective involves building not just products but also local capacity, skills, knowledge, experience, and expertisethat enables societies to meet their own needs. […] Gui Bonsiepe, a leading critic of design for development practices, noted in a 2003 interview: “Design problems will only be resolved in the local context, not by outsiders coming in for a stop-over visit

Estoy totalmente de acuerdo con estas afirmaciones, y con su “Assume nothing. Ever. Always ask”. Es muy fácil afirmar que nuestra idea resuelve un problema, pero sólo con tests in situ podremos saber si realmente es así. Prueba de ello es que este producto está ahora disponible además como equipamiento de montaña. Y nuevamente: ¿está mal, entonces, haber dado Lifestraw a gente que lo necesitaba? En mi opinión, por supuesto que no. Pero no podemos creer que con ello se haya solucionado una situación a largo plazo.


Merece la pena mencionar aquí la conferencia de Amy Smith, profesora del MIT en Boston en TED. En ella habla de un proyecto para Haití que desarrolló con sus alumnos, y de la lección que aprendieron de su fracaso: “We need to work with the people in this communities, and give them the resources and the tools they need to solve their own problems. That's the best way to do it, we shouldn't be doing it from outside”. Una vez más, lección comprobada: no podemos, con nuestra mentalidad de país desarrollado, pretender arreglar una situación desde fuera. Y además, no podemos asumir que lo que desarrollo significa para nosotros sea lo mismo que para una comunidad en Kenia, Colombia o China. Debemos distanciarnos de este pensamiento colonizador y trabajar CON ellos, y no sólo para ellos.





Y un ejemplo positivo: el método de potabilización SODIS de Sandec. Para este proyecto no se ha realizado ninguna donación, ni se ha inventado ningún artilugio. Lo único que se ha hecho es crear un sistema, a implementarlo en zonas con escasez de agua potable. ¿Cuál es la diferencia entre este proyecto y otro de objetivos similares? Aquí, una vez implementado, las personas que se benefician no dependen de ayuda externa para que siga en funcionamiento. Además permite la transmisión por boca a boca, y no necesariamente a partir de un organismo u organización.







Otro ejemplo de cómo afrontar un reto parecido, de maneras muy diferentes. Bajo la intención de promover y facilitar la educación surgen, entre otros, estos dos proyectos:


Por una parte, OLPC (One Laptop Per Child). Se trata de un ambicioso proyecto que tiene por objetivo dotar a todos los niños de un ordenador que facilite el aprendizaje en edad escolar. Para ello han desarrollado una computadora que sólo cuesta 100$, un coste muy por debajo de cualquier ordenador del mercado actual. Una vez más, en un principio parece un proyecto brillante, cargado de buenas intenciones y que todos, yo la primera, desearíamos que funcionase. Pero si nos adentramos en el tema, descubrimos ciertos problemas, algunos de ellos en esta entrada de blog: A friendly criticism of the One Laptop Per Child project. En él se plantean problemas a este bonito proyecto, tales como las consecuencias de que un niño pierda su OLPC o este se estropee. Y me parece acertadísima su comparación con la historia de la película de Tim Burton Pesadilla antes de Navidad. La propia naturaleza impide que los habitantes de la Ciudad de Halloween, en su intento de organizar la Navidad con la mejor de las intenciones, lo acaben haciendo todo mal y todo el esfuerzo que habían puesto en el proyecto sea en vano. Los habitantes de la Ciudad de Navidad están horrorizados. Lo que funciona para una comunidad no funciona necesariamente para otra.


Y por otra parte, Learning Landscape, una propuesta de miembros del mencionado Project H Design. En este caso, han creado un sistema de juego educativo utilizando el mínimo de recursos. Para este “patio de recreo” los desarrolladores proponen inicialmente 10 juegos que sirven para la educación en las escuelas. Sin embargo, no se limita a eso sino que es un sistema adaptable y cambiante, y hoy en día en la página web cualquiera puede añadir su propuesta de actividad.





La diferencia coincide en estas dos dicotomías mencionadas (potabilizar agua y facilitar el aprendizaje): el proyecto que potencialmente fracasará en un futuro es aquel que meramente ofrece un producto como solución; no es sostenible y depende del "mundo desarrollado". Los que tienen todas las papeletas para subsistir de manera eficaz son los proyectos que proponen un sistema; una vez implantado no requiere de intervención externa.


Admito, como persona, que es muy fácil criticar. Además es gratis.
Como diseñadora, admito que lo que no es tan fácil es encontrar estas soluciones mágicas. Lo expuesto en este artículo es al fin y al cabo una reflexión personal y un intento de crítica constructiva. Ante todo, admiro los proyectos mencionados o sus buenas intenciones y deseo que tengan la mayor repercusión posible. Y no hay que olvidar que al final, por muy buenas intenciones que se tenga, se requiere un capital para sacar un proyecto adelante; querer hacer las cosas bien no siempre es suficiente si no se tienen los medios necesarios.

Pero creo firmemente que no podemos contentarnos y conformarnos con sentirnos bien por hacer “un acto de caridad diseñando para los pobres”, por decirlo de una forma muy banal. De esta manera sólo estaremos actuando como explica Zizek a partir del "sentimiento de culpabilidad del consumista de nuestra sociedad" que actúa movido por el sufrimiento de otros, y que lo que en realidad busca es satisfacer la necesidad personal de sentirse realizado o mejor persona. Después, seguirá con su vida normal sin que su aportación haya tenido gran relevancia.

Si realmente queremos, profundamente, provocar un impacto social... debemos diseñar CON y no PARA. Y como en todos los ámbitos de la vida, aprender a hacer y afrontar críticas constructivas y ser capaces de aprender de los errores, propios y ajenos.


Cristina Bolaños "Cuca"

1 comentario:

  1. Cuca, felicidades, un artículo muy revelador.

    A menudo se nos olvidan nuestras limitaciones. Incluso cuando estas limitaciones vienen por un exceso de "conocimiento"

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