19 mar 2013

ARQUITECTURA PARA MUERTE


La concepción de la muerte ha evolucionado a lo largo de la historia.
Desde la más remota antigüedad la muerte se concebía  como una tragedia, como un hecho que merecía ser expresado con máxima desolación. 

Una clara muestra del hecho mencionado anteriormente se encuentra en los entierros de antaño donde se contrataban a las llamadas plañideras oficiales que se encargaban de llorar la muerte del difunto energéticamente, el tono de tristeza iba acorde según la clase social de la familia.
Estas mujeres iban cubiertas con un velo y llevaban un vaso en el que recogían las lágrimas que derramaban que posteriormente se recogerían en la urna junto a las cenizas del difunto.

El acto de plañir se encuentra presente en las ceremonias de Egipto, Grecia y Roma y  llegaron a ser representaciones características en tumbas, sobre todo durante el período Gótico.
Artistas como Gustabo Courbet plasmaron en sus cuadros esa realidad existente , veamos sino la obra de este mismo autor titulada Entierro en Ornans, obra de 1849 que se encuentra en el Museo de Orsay de Paris.
Hace unas décadas, en pueblos y ciudades se velaba al fallecido en su propio domicilio. Hoy, sin embargo, lo habitual es acudir a los servicios de un tanatorio, un establecimiento funerario habilitado para el velatorio de difuntos y que, además, ofrece todo tipo de servicios, incluidos los legales y psicológicos.

A lo largo de los siglos la sociedad ha desvinculado el concepto de la muerte de la  religión y en consecuencia de esto los espacios diseñados para la despedida de la vida han evolucionado y han dejado de ser terreno exclusivo para la mayoría religiosa.

Desde que en 1975 se inaugurara en Pamplona el primer tanatorio de España.
Factores como el creciente número de fallecimientos en los hospitales –y no en los domicilios-, la disminución del tamaño de la vivienda y la disgregación geográfica de las familias han determinado la necesidad de unos servicios que sustituyan el tradicional velatorio en el domicilio del fallecido.
Hoy, los tanatorios no solo son velatorios, son también empresas dedicadas a ofrecer todos los servicios asociados a un fallecimiento, tales como la venta de féretros y urnas, lápidas y coronas, recordatorios, asesoría jurídica, asistencia psicológica, cremación, transporte del difunto y tanatopraxia, entre otros. 
Con la aparición de los tanatorios apareció también la lla
mada arquitectura mortuoria que con su estética frivolizó el concepto de la muerte dándole un carácter matemático.
Veamos sino algún ejemplo de interiorismo de los primeros tanatorios construidos.

El tanatorio de Mataró construido por la empresa Sellex , una empresa que se encarga de construir a la vez restaurantes y bibliotecas tiene un carácter demasiado impersonal. El mobiliario es el mismo que podríamos encontrar en cualquier edificio de administración publica. Con una iluminación concebida para hacer posible la circulación de los usuarios y con un aspecto higiénico que podría recuerda a la imagen de los hospitales, con pantallas luminosas que  anuncian las salas donde se encuentran los difuntos y que recuerdan a las indicaciones de salidas de los vuelos en los aeropuertos, la muerte se ve tratada como una de las múltiples formas de hacer negocio  que existen en nuestra sociedad.  
Los tanatorios aparecen pues como espacios depurados de simbología, más bien prácticos, asépticos y neutros, dejando que los sentimientos los aporten los usuarios y que cementerios, tanatorios y crematorios acusen su modestia frente a sensaciones de paz, armonía y calma. 
Paralelamente a la existencia de esta arquitectura mortuoria que perdura en el tiempo, existen nuevos modos de conceptualizar la muerte a través del diseño.
Uno de los más recientes  ejemplos de esta nueva manera de concebir esta arquitectura es el Basel crematorio  desarrollado por Rudolf Fontana en 2012.


El diseño  empieza por un viaje en un bosque y un subsecuente ¡adiós!. El crematorio no puede ser percibido como un edificio como tal. El lugar de despedida es distribuido entre varias áreas atmosféricas, que permiten que los familiares del difunto puedan decirle adiós.

El familiar del difunto de encuentra sumergido en la naturaleza y apartado de la sociedad materialista y estresante. Aquí los vivos pueden seguir el camino en la tranquilidad armoniosa a las chimeneas que se levantan protegidas por un pabellón de árboles. Un lugar para pensar, en el que varios caminos conducen a varios bancos de despedida que invitan al visitante a hacer una pausa. Un camino conduce por el llano de chimeneas a un patio monumental. Cavum aedium es un espacio para el resto final antes del momento crematorio. 

La percepción de los adioses es una experiencia directa, física y corpórea. Los miembros de familia andan del caum aedium al espacio que se aflige. Una serie de claraboyas  

Dejan entrar la luz  al espacio de luto discretamente designado. Su mirada puede ser dirigida hacia varios puntos de horizonte en el que los dolientes pueden encontrar su forma individual de decir adiós. 
Como norma general, los tanatorios se encuentran en la periferia de las ciudades, hecho que prueba que la muerte sigue siendo algo que debe ocultarse pero existe también un afán por hacer pertenecer estos espacios al urbanismo como un equipamiento más de la vida cotidiana para recordar con su presencia el hecho incontestable de la finitud humana aunque  no se lleva siempre a cabo  por el rechazo social que esto ocasiona.

Un ejemplo de equipamiento inherente al urbanismo ciudadano y vinculado a la vida cotidiana es el tanatorio de León construido en 1997-2001 proyectado por Josep Val y Jordi Badia.
Se trata de un edificio entre bloques residenciales, las instalaciones se camuflan bajo una losa compacta y una lamina de agua, con un entorno arbolado que expresa los cambios atmosféricos del cielo y crea una especie de parque natural.
Para acceder al interior se precisa un descenso simbólico a luz natural y la visión de la naturaleza son las protagonistas del espacio.

Se trasmite una calidez a través de los materiales  de madera de iroko y se representan el color negro  algunas superficies interiores, este recurso simboliza el luto y a la vez la elegancia.

Otro referente de la arquitectura mortuoria pero en este caso  oriental es el crematorio de Meiso no mori en Japón, proyectado por Toyo Ito, que, aunque con una cultura muy distinta a la occidental coincide en el momento de integrar la naturaleza en la construcción , desdibujando los límites entre esta y la materia.
Toyo Ito imagina una cubierta de hormigón que toma la forma de un gran manto que se extiende sobre la superficie y que se ondula tomando adaptándose a las forma del terreno.
En la estructura interior aparecen unos pilares fungiformes de aspecto suave, esponjado y cálido.
El espacio interior se desmaterializa con un cerramiento acristalado y un gran lago artificial toma lugar en el interior, que alimentado de agua de la lluvia que recoge a través de un hueco  vuelve a vincular el interior con el exterior natural.
Este lago tiene la función de simbolizar la relación entre el nacimiento y la muerte. De la naturaleza venimos y a ella regresamos.

Otro crematorio oriental vuelve a coincidir con estos preceptos, es el crematorio Kaze no oka de Nakatsu realizado por Fumiko Maki.
En él aparece el concepto de retorno a la naturaleza tras del fallecimiento.
Pureza, sobriedad y austeridad son las protagonistas del lugar y se comunican a través de las tonalidades de negro marrón y gris, sin contrastes ni ostentaciones en el juego de los materiales. 
De nuevo se trata de un cementerio apartado del núcleo urbano.

Las juveniles sociedades occidentales actuales tienden a ocultar la realidad de nuestra finitud a obviar  una parte tan substancial  de la vida como es la muerte. Se dedica  mucho tiempo al disfrute de la vida pero poco tiempo a la educación y al pensamiento  sobre lo lógico de su conclusión sin asociarla a medios atávicos 
En  tales contextos y tales vivencias no es de extrañar el carácter desapercibido que las estructuras funerarias despliegan en los últimos tiempos.
Algunas se encuentras alejadas del urbanismo, otras se encuentran integradas en el  pero no manifiestan su presencia con contundencia y optan por una discreción y asepsia que se traduce con formas austeras, colores armónicos y texturas naturales.
Se expresa la tendencia a camuflar el dolor y la dureza del momento de la despedida, substituyendo las emociones por otras más amables, menos invasivas y también mas políticamente correctas como la paz, la serenidad o la nostalgia.

Nos encontramos pues ante una clara evolución de la arquitectura mortuoria que se acerca cada vez más a la naturaleza pero que todavía tiene una parte artificial muy potente, que es el uso de los materiales para la construcción, que muchos de ellos no provienen ni siquiera de materias primas, sino que son fruto de mezclas químicas  y su presencia se hace protagonista en estos espacios.
Miremos pues hacia el futuro, es muy probable que dentro de unos años esto evolucione y vaya cogido de la mano junto con el concepto de sostenibilidad.
Con la evolución de la arquitectura y el diseño conceptual, el estudio de las sensaciones y de los sentimientos
A la hora de proyectar, las acciones propias del culto a la muerte acabaran adquiriendo un carácter sensorial y la arquitectura en si dominara el estado de ánimo de las personas que acuden a estos lugares.
Es probable que en un futuro estos espacios se conviertan en recorridos sensoriales ligados directamente con la naturaleza y den un carácter especial y bello a la muerte.
La muerte es algo que pasa por primera vez en la vida y como todas las cosas que hacemos por primera vez debe tener una importancia especial.
Es probable que en un futuro estos espacios se conviertan en recorridos sensoriales ligados directamente con la naturaleza y den un carácter especial y bello a la muerte.
La muerte es algo que pasa por primera vez en la vida y como todas las cosas que hacemos por primera vez debe tener una importancia especial.



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