Nadie conoce a ciencia cierta dónde están los límites, pero todos convenimos en opinar que el plagio es improductivo y traidor, y que, sin embargo, la inspiración es legal y hasta favorable. Copiar a un maestro para entender su técnica resulta, incluso, una experiencia recomendable. Añadirle su firma e intentar venderlo, un robo.
Indagar estas actitudes dentro campo creativo no es nuevo, las acusaciones de copia se remontan a la cuna de la civilización y tienen en el Renacimiento un momento álgido. Pero a medida que la sociedad se industrializa, la copia en el producto alcanza unas dimensiones brutales, pues ya no entra en juego tan sólo el orgullo, sino el negocio. La aparición de las patentes a partir del siglo XVIII supone un salto significativo y creciente de millones de euros.
Todos los mejores diseños de la historia han sido copiados. Unos porque se han popularizado hasta crear un estándar y otros porque se han mostrado insuperables: desde las sillas Jacobsen al aceitera-vinagrera de Rafael Marquina, pasando por Chupa Chups o el flexo.
Es necesario sensibilizar a la sociedad sobre la problemática del plagio y apostar por la creatividad. La copia, que supone ya el 7% del comercio mundial, causa a las empresas y los diseñadores graves perjuicios económicos y morales. La copia es el fin de la creatividad y por tanto del progreso. Pero la solución no es fácil. En 2003 se publicó en España la Ley de Protección Jurídica del Diseño Industrial, que tiene como objetivo proteger la originalidad así como fomentar la innovación. Nuestro país goza de un gran potencial creativo en el diseño, que hay que favorecer, pues debe servirnos como eficaz herramienta competitiva dentro de la necesaria política de desarrollo económico.
EJEMPLOS:
El popular diseñador inglés de Factory Records, Peter Saville, mejor conocido por ser la mente detrás de las portadas de los discos de Joy Division, junto con Rhino y Warner han sido demandos por el sello Whashintong DC Teenbeat Records y el grupo chafa ése llamado +/-, acusándolos de plagio. Éstos aseguran que el arte usado para la portada del nuevo boxset de Joy Division, "+-", es muy similar al arte del álbum debut de +/-, de 2002.
El fotógrafo de moda Javier Aramburu ha solicitado la retirada de los carteles de la última película de Isabel Coixet, Mapa de los sonidos de Tokio, por presunto plagio de una foto suya que se publicó en el número 13 de la revista de moda Avenue, correspondiente a los meses junio-julio de 2008.
Tanto el fotógrafo (propietario de los derechos de la imagen)como el maquillador se han puesto en contacto con varios despachos de abogados para emprender acciones legales contra Mediapro productora de la película.
La similitud del trabajo realizado hace 40 años por José María Cruz Novillo para Fósforos del Pirineo en la serie de cajetillas de cerrillas ‘Portal de Belén’ y el realizado actualmente por Hey Studio para un calendario de Navidad que también comercializan a modo de posters en Kemistry Gallery y que ha acabado siendo portada de la revista etapes.
Las tipografías de la era pre informática han sido tradicionalmente copiadas con toda libertad, tomando tan solo la precaución de cambiar el nombre para minimizar los obstáculos legales. Los distintos alias tipográficos con los que circulan las tipografías más conocidas son interminables. Fontinfo acumula un importante catálogo de ellos: Así sabemos que Futura la podemos encontrar como Alphatura; Atlantis; FU; Future; Photura; Sirius o Utica. Y que la Helvética también puede ser utilizada bajo los sorprendentes nombres de Aristocrat; CG Triumvirate; Claro; Corvus; Europa Grotesk; Geneva/2; Hamilton; HE; Helios/II; Helv; Helvette; Holsatia; Megaron/II; Newton; Spectra; Swiss 721; Vega o Video Spectra.
¿Futura? No, Limerick.
¿Times New Roman? No, Riccione.
La cuestión del plagio o copia suele generar interminables discusiones en el ámbito del diseño. ¿Hay un límite preciso que indique cuándo la semejanza es falta de ética?
Si un diseñador utiliza la fuente Garamond para el texto de un libro, nadie lo acusará de plagio, aunque haya miles de diseñadores que ya utilizaron antes idéntica tipografía. Tampoco será acusado de inescrupuloso si diseña una nueva lata de cerveza que se parezca al tipo «lata de cerveza» apelando a una serie de recursos gráficos ya creados y diferenciados.
Sin embargo muchos se sienten amenazados cuando ven semejanzas en las imágenes, o en la sintaxis visual de un aviso publicitario o de un cartel, de un envase o de una marca. Ni qué decir cuando las ideas y conceptos son similares.
Si bien es muy difícil, por no decir imposible, encontrar un trabajo de diseño que no se parezca bastante otros ya hechos (basta con hacer la prueba), existe la sensación de que hay un límite ético en este aspecto.
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